miércoles, 20 de mayo de 2015

Francisco: Los padres no deben autoexcluirse de la educación de los hijos


Francisco: Los padres no deben autoexcluirse de la educación de los hijos 
Miercoles 20 May 2015 | 09:57 am
Ciudad del Vaticano (AICA): “Si la educación familiar recobrara su protagonismo, muchas cosas cambiarían para bien. Es hora de que los padres y las madres regresen de su exilio, y se impliquen plenamente en la educación de sus hijos”, dijo esta mañana el Santo Padre, durante la audiencia general, prosiguiendo con la serie de catequesis sobre la familia, hoy reflexionó sobre la educación de los hijos como vocación natural de la familia. Francisco señaló que el papel de los padres “es insustituible, solo ellos pueden compensar algunos errores”. Sin embargo, advirtió el Papa “a veces se encuentran paralizados por miedo a equivocarse, ante la complejidad de la vida actual y las nuevas exigencias de sus hijos y se “autoexcluyen” dejando la educación de sus hijos en manos de “expertos”. 

 “Si la educación familiar recobrara su protagonismo, muchas cosas cambiarían para bien. Es hora de que los padres y las madres regresen de su exilio, y se impliquen plenamente en la educación de sus hijos”, dijo esta mañana el Santo Padre, durante la audiencia general, prosiguiendo con la serie de catequesis sobre la familia, hoy reflexionó sobre la educación de los hijos como vocación natural de la familia.
 Francisco señaló que el papel de los padres “es insustituible, solo ellos pueden compensar algunos errores”. Sin embargo, advirtió el Papa “a veces se encuentran paralizados por miedo a equivocarse, ante la complejidad de la vida actual y las nuevas exigencias de sus hijos y se “autoexcluyen” dejando la educación de sus hijos en manos de “expertos”.
 El Pontífice advirtió que “la alianza educativa está en crisis en nuestros días, está rota. Los síntomas son muchos: por una parte hay tensiones y desconfianza entre padres y educadores; por otra parte, cada vez son más los ‘expertos’ que pretenden ocupar el papel de los padres que quedan relegados a un segundo lugar”. Por eso el Papa indicó que “es necesario favorecer la armonía, el diálogo y la colaboración entre los diversos agentes de la educación.
 “La Iglesia, dijo Francisco, está llamada a acompañar la misión educativa de los padres, sobre todo con la luz de la Palabra de Dios, que funda la familia sobre el amor. El mismo Jesús recibió una educación familiar, que le ayudó a crecer en edad, sabiduría y gracia. Si la educación familiar recobrara su protagonismo, muchas cosas cambiarían para bien”.
 Texto completo de la catequesis del Papa 
 Hoy, queridos hermanos y hermanas, quiero darles la bienvenida porque veo entre ustedes a muchas familias. ¡Buenos días a todas las familias! 
 Y continuamos reflexionando sobre la familia y hoy de una característica esencial de la familia, o sea, de su vocación natural a educar a los hijos para que crezcan en la responsabilidad de sí y de los otros. Lo escuchamos del apóstol Pablo al inicio es muy lindo. Ustedes hijos obedezcan a los padres en todo, eso agrada al Señor. Y ustedes padres, no exasperen a los hijos, para que no se desanimen. Esto es una regla sabia, el hijo que es educado en escuchar a los padres, obedecer a los padres que buscan no mandar de una forma fea para no desanimar a los hijos. Los hijos deben crecer sin desanimarse, paso a paso. Si ustedes, una familia, padres, decimos a los hijos ‘subamos esa escalera y los llevan de la mano paso a paso, los hacen subir, las cosas irán bien’. Pero si les dicen: ‘subí por la escalera’, ‘no puedo’, ‘¡subí!’. Esto se llama exasperar a los hijos, pedir a los hijos cosas que no son capaces de hacer. Y por eso, esta relación entre padres e hijos es de una sabiduría, debe ser de una sabiduría, de un equilibrio grande. Hijos obedezcan a los padres, eso gusta a Dios. 
 Y ustedes padres, no exasperen a los hijos pidiendo cosas que no puede hacer. ¿Entendido? Y eso se hace para que los hijos crezcan en la responsabilidad de los otros, parecería una constatación obvia, incluso también en nuestros tiempos no faltan las dificultades. 
 Es difícil educar para los padres que ven a sus hijos sólo por la noche, cuando vuelven a casa cansados. Los que tienen la suerte de tener trabajo. Y más difícil aún para los padres separados, con la carga de esta condición. Es muy difícil educar pero pobres, tuvieron dificultades, se separaron y muchas veces el hijo es tomado como rehén, el padre le habla mal de la madre, la madre le habla mal del padre. Y se hace mucho mal. 
 Yo les digo, matrimonios separados, nunca, nunca, nunca, tomar al hijo como rehén. Ustedes se han separado por muchas dificultades y motivos, la vida les dio esta prueba, pero que los hijos no sean los que lleven el peso de esta separación. Que los hijos no sean usados como rehén contra el otro cónyuge. Que los hijos crezcan escuchando que la madre habla bien del padre, aunque no estén juntos. Y que el padre hable bien de la madre. Para los matrimonios separados esto es muy importante, es muy difícil pero pueden hacerlo. 
 Pero, sobre todo, esta es la pregunta, ¿cómo educar? ¿Qué tradición tenemos hoy para transmitir a nuestros hijos? 
 Intelectuales “críticos” de todo tipo han acallado a los padres de mil manera, para defender a las jóvenes generaciones de los daños -reales o presuntos- de la educación familiar. La familia fue acusada, entre otras cosas, de autoritarismo, de favoritismo, de conformismo, de represión afectiva que genera conflictos. 
 De hecho, se abrió una fractura entre la familia y la sociedad. Entre familia y escuela. El pacto educativo hoy se ha roto. Y así, la alianza educativa de la sociedad con la familia entró en crisis porque fue socavada la confianza recíproca. Los síntomas son muchos. Por ejemplo, en la escuela se han erosionado las relaciones entre los padres y los profesores. A veces hay tensiones y desconfianza recíproca; y las consecuencias naturalmente recaen en los hijos. 
 Por otro lado, se multiplicaron los llamados “expertos” que ocuparon el papel de los padres también en los aspectos más íntimos de la educación. Sobre la vida afectiva, la personalidad y el desarrollo, sobre los derechos y los deberes, los “expertos” saben todo; objetivos, motivaciones, técnicas. Y los padres deben solo escuchar, aprender y adecuarse. Privados de su papel, se convierten a menudo en excesivamente cargantes y posesivos en lo relacionado con los hijos, hasta no corregirlos nunca. ¡Pero ustedes no pueden corregir al hijo! Tienden a confiar cada vez más a los ‘expertos’, también para los aspectos más delicados y personales de su vida, dejándoles en la esquina solos; y así los padres corren el riesgo de autoexcluirse de la vida de sus hijos. ¡Y esto es gravísimo! 
 Hoy no, pensemos, hay casos no digo que sucede siempre pero hay casos. La maestra en la escuela, regaña al niño y hace un escrito a los padres. Yo recuerdo una anécdota personal, yo una vez cuando estaba en cuarto de primaria dije una palabra fea a la profesora. Y la profesora, buena mujer, hizo llamar a mi madre. Mi madre vino al día siguiente, hablaron entre ellas y luego me llamaron. Y mi madre, delante de la profesora me explicó que lo que había hecho era algo feo, que no se debe hacer, pero con mucha dulzura lo hizo mamá. Y me dijo que pidiera perdón a la maestra. Yo lo hice y después me quedé contento porque pensé, terminó bien la historia. Pero ese era el primer capítulo. 
Cuando volví a casa, comenzó el segundo capítulo. Imagínenlo ustedes. Hoy, la maestra, hace una cosa como esta y al día siguiente, uno de los padres o los dos van a regañar a la profesora porque los técnicos dicen que a los niños no hay que regañarles así. ¡Han cambiado las cosas! Los padres no deben autoexcluirse de la educación de los hijos. 
 Es evidente que este enfoque no es bueno: no es armónico, no es dialógico, y en vez de favorecer la colaboración entre la familia y las otras agencias educativas, las escuelas, los gimnasios, tantas agencias educativas, las contrapone. 
 ¿Cómo llegamos a este punto? No hay duda de que los padres, o mejor, ciertos modelos educativos del pasado, tenían algunos límites. ¡No hay duda! Pero es verdad que hay errores que sólo los padres están autorizados a hacer, porque pueden compensarlos de una forma que es imposible para otros. Por otro lado, lo sabemos bien, la vida nos dejó poco tiempo para hablar, reflexionar, debatir.  
Muchos padres están “secuestrados” por el trabajo, papá y mamá deben trabajar, y por otras preocupaciones, avergonzados por las nuevas exigencias de los hijos y de la complejidad de la vida actual, que es así, debemos aceptarla como es, y se encuentran como paralizados por el miedo a equivocarse. El problema no es solo hablar. Es más, un “dialogismo” superficial no lleva a un verdadero encuentro de la mente y del corazón. Preguntémonos más bien: ¿tratamos de entender ‘donde’ los hijos están realmente en su camino? ¿Dónde está realmente su alma, lo sabemos? Y sobre todo ¿lo queremos saber? ¿Estamos convencidos que ellos, en realidad, no esperan otra cosa?
 Las comunidades cristianas están llamadas a ofrecer apoyo a la misión educativa de las familias, y lo hacen sobre todo a la luz de la Palabra de Dios. El apóstol Pablo recuerda la reciprocidad de los deberes entre padres e hijos: “Ustedes, hijos, obedezcan a los padres en todos; eso agrada al Señor. Ustedes, padres, no exasperen a sus hijos, para que no se desanimen”. En la base de todo está el amor, lo que Dios nos dona, que “no falta el respeto, no falta el propio interés, no se enfada, no tiene en cuenta el mal recibido… todo lo perdona, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. ¡También en las mejores familias es necesario aguantarse y es necesaria mucha paciencia! El mismo Jesús pasó a través de la educación familiar. 
 También en este caso, la gracia del amor de Cristo lleva a cumplir lo que está inscrito en la naturaleza humana. ¡Cuántos ejemplos buenos tenemos de padres cristianos llenos de sabiduría humana! Ellos muestran que la buena educación familiar es la columna vertebral del humanismo. Su irradiación social es el recurso que consiente compensar las lagunas, las heridas, los votos de paternidad y maternidad que tocan a los hijos menos afortunados. Esta irradiación puede hacer auténticos milagros. ¡Y en la Iglesia suceden cada día estos milagros! 
 Deseo que el Señor done a las familias cristianos la fe, la libertad y la valentía necesarias para su misión. Si la educación familiar encuentra el orgullo de su protagonismo, muchas cosas cambiarán a mejor, para los padres inciertos y los hijos desilusionados. Es hora de que los padres y las madres vuelvan de su exilio, porque se han autoexiliados de la educación de sus hijos, que vuelvan de su exilio y asuman plenamente su papel educativo. Esperemos que el Señor nos dé esta gracia de no autoexiliarse en la educación de los hijos. Y esto solamente pueda hacerlo el amor, la ternura y la paciencia. +

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