“Sus lágrimas, miedos y esperanzas son también las mías”, dijo Francisco a las Iglesias orientales
Jueves 26 Jun 2014 | 12:29 pm
Ciudad del Vaticano (AICA): El Papa abraza a todas las Iglesias de Oriente y está muy cerca de sus fieles, cuyas lágrimas, miedos y esperanzas son también nuestras. Así lo manifestó, esta mañana, al recibir a los participantes en la asamblea de la Reunión para las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales (ROACO), recordando también el consuelo, el aliento y, al mismo tiempo la responsabilidad, sentidas durante su reciente peregrinación a Tierra Santa. “El olivo que planté en los jardines del Vaticano, junto con el Patriarca de Constantinopla y los presidentes de Israel y Palestina recuerda esa paz que es segura sólo si la cultivan diversas manos”, dijo Francisco.
El Papa abraza a todas las Iglesias de Oriente y está muy cerca de sus fieles, cuyas lágrimas, miedos y esperanzas son también nuestras. Así lo manifestó, esta mañana, al recibir a los participantes en la asamblea de la Reunión para las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales (ROACO), recordando también el consuelo, el aliento y, al mismo tiempo la responsabilidad, sentidas durante su reciente peregrinación a Tierra Santa.
“El olivo que planté en los jardines del Vaticano, junto con el Patriarca de Constantinopla y los presidentes de Israel y Palestina recuerda esa paz que es segura sólo si la cultivan diversas manos”, dijo Francisco.
“Pero el que se compromete a cultivar no debe olvidarse de que el crecimiento depende del verdadero agricultor que es Dios, Por otra parte, la verdadera paz que el mundo no puede dar, nos la da Jesucristo. Por eso, a pesar de las graves heridas que hoy aún sufre, siempre puede resurgir”, expresó el Pontífice.
“Les doy las gracias, les dijo, porque colaboran en esta cantera con la caridad, que constituye la verdadera finalidad de sus organizaciones. Con la unidad y la caridad los discípulos de Cristo cultivan la paz para todos los pueblos y comunidades venciendo las persistentes discriminaciones, empezando por aquellas de causas religiosas”.
“Los primeros llamados a cultivar la paz son, efectivamente, los hermanos y hermanas de Oriente, con sus pastores. Esperando, a veces contra toda esperanza, permaneciendo allí donde nacieron y donde se escuchó por primera vez el Evangelio del Hijo de Dios hecho hombre; ojalá sientan que ‘bienaventurados son los artífices de paz porque serán llamados hijos de Dios'”.
“Y que puedan contar siempre -exclamó- con el apoyo de la Iglesia universal, para conservar la certeza de que el fuego de Pentecostés, la potencia del amor, puede detener el fuego de las armas, el odio y la venganza. ¡Sus lágrimas y sus miedos son los nuestros, como del resto lo son sus esperanzas! Lo demostrará nuestra solidaridad si es concreta y eficaz, capaz de estimular a la comunidad internacional en la defensa de los derechos de los individuos y los pueblos”.
Francisco manifestó la cercanía de la Iglesia Católica a los hermanos y hermanas de Siria e Irak, con sus obispos y sacerdotes, haciéndola extensiva a Tierra Santa y al Cercano Oriente y también “a la amada Ucrania, en la hora tan grave por la que atraviesa” así como a Rumania, que ha interesado también los trabajos de la asamblea.
“Los exhorto -dijo después- a continuar con sus esfuerzos, la ayuda de ustedes a las naciones en crisis puede responder a las necesidades básicas, especialmente las de los más pequeños y más débiles, al igual que las de muchos jóvenes tentados a abandonar su país de origen. Y puesto que las Comunidades Orientales están presentes en todo el mundo, procuren ayudar y sostener en cualquier lugar a los numerosos prófugos y refugiados, restituyendo dignidad y seguridad, con el debido respeto a su identidad y su libertad religiosa”.
Por último el Papa invitó a los participantes en la asamblea a proseguir con la formación de las nuevas generaciones y de los educadores, una de las prioridades de su última sesión plenaria, aunándola con el interés por la familia, sobre todo en proximidad del Sínodo a ella dedicada.
“En efecto -concluyó- la Sagrada Familia de Nazaret, "que vivió el dolor de la persecución, de la emigración y del duro trabajo cotidiano", nos enseña "a confiar en el Padre, a imitar a Cristo y a dejarnos guiar por el Espíritu Santo".+
Jueves 26 Jun 2014 | 12:29 pm
Ciudad del Vaticano (AICA): El Papa abraza a todas las Iglesias de Oriente y está muy cerca de sus fieles, cuyas lágrimas, miedos y esperanzas son también nuestras. Así lo manifestó, esta mañana, al recibir a los participantes en la asamblea de la Reunión para las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales (ROACO), recordando también el consuelo, el aliento y, al mismo tiempo la responsabilidad, sentidas durante su reciente peregrinación a Tierra Santa. “El olivo que planté en los jardines del Vaticano, junto con el Patriarca de Constantinopla y los presidentes de Israel y Palestina recuerda esa paz que es segura sólo si la cultivan diversas manos”, dijo Francisco.
El Papa abraza a todas las Iglesias de Oriente y está muy cerca de sus fieles, cuyas lágrimas, miedos y esperanzas son también nuestras. Así lo manifestó, esta mañana, al recibir a los participantes en la asamblea de la Reunión para las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales (ROACO), recordando también el consuelo, el aliento y, al mismo tiempo la responsabilidad, sentidas durante su reciente peregrinación a Tierra Santa.
“El olivo que planté en los jardines del Vaticano, junto con el Patriarca de Constantinopla y los presidentes de Israel y Palestina recuerda esa paz que es segura sólo si la cultivan diversas manos”, dijo Francisco.
“Pero el que se compromete a cultivar no debe olvidarse de que el crecimiento depende del verdadero agricultor que es Dios, Por otra parte, la verdadera paz que el mundo no puede dar, nos la da Jesucristo. Por eso, a pesar de las graves heridas que hoy aún sufre, siempre puede resurgir”, expresó el Pontífice.
“Les doy las gracias, les dijo, porque colaboran en esta cantera con la caridad, que constituye la verdadera finalidad de sus organizaciones. Con la unidad y la caridad los discípulos de Cristo cultivan la paz para todos los pueblos y comunidades venciendo las persistentes discriminaciones, empezando por aquellas de causas religiosas”.
“Los primeros llamados a cultivar la paz son, efectivamente, los hermanos y hermanas de Oriente, con sus pastores. Esperando, a veces contra toda esperanza, permaneciendo allí donde nacieron y donde se escuchó por primera vez el Evangelio del Hijo de Dios hecho hombre; ojalá sientan que ‘bienaventurados son los artífices de paz porque serán llamados hijos de Dios'”.
“Y que puedan contar siempre -exclamó- con el apoyo de la Iglesia universal, para conservar la certeza de que el fuego de Pentecostés, la potencia del amor, puede detener el fuego de las armas, el odio y la venganza. ¡Sus lágrimas y sus miedos son los nuestros, como del resto lo son sus esperanzas! Lo demostrará nuestra solidaridad si es concreta y eficaz, capaz de estimular a la comunidad internacional en la defensa de los derechos de los individuos y los pueblos”.
Francisco manifestó la cercanía de la Iglesia Católica a los hermanos y hermanas de Siria e Irak, con sus obispos y sacerdotes, haciéndola extensiva a Tierra Santa y al Cercano Oriente y también “a la amada Ucrania, en la hora tan grave por la que atraviesa” así como a Rumania, que ha interesado también los trabajos de la asamblea.
“Los exhorto -dijo después- a continuar con sus esfuerzos, la ayuda de ustedes a las naciones en crisis puede responder a las necesidades básicas, especialmente las de los más pequeños y más débiles, al igual que las de muchos jóvenes tentados a abandonar su país de origen. Y puesto que las Comunidades Orientales están presentes en todo el mundo, procuren ayudar y sostener en cualquier lugar a los numerosos prófugos y refugiados, restituyendo dignidad y seguridad, con el debido respeto a su identidad y su libertad religiosa”.
Por último el Papa invitó a los participantes en la asamblea a proseguir con la formación de las nuevas generaciones y de los educadores, una de las prioridades de su última sesión plenaria, aunándola con el interés por la familia, sobre todo en proximidad del Sínodo a ella dedicada.
“En efecto -concluyó- la Sagrada Familia de Nazaret, "que vivió el dolor de la persecución, de la emigración y del duro trabajo cotidiano", nos enseña "a confiar en el Padre, a imitar a Cristo y a dejarnos guiar por el Espíritu Santo".+
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