miércoles, 22 de julio de 2015

El papa Francisco alerta sobre la idolatría de la tecnocracia


El papa Francisco alerta sobre la idolatría de la tecnocracia 
Miercoles 22 Jul 2015 | 10:46 am
Ciudad del Vaticano (AICA): Ayer, martes 21 de junio, el papa Francisco saludó a los participantes en el encuentro “Esclavitud moderna y cambio climático: el compromiso de las ciudades”, y en el simposio “Prosperidad, gente y planeta: lograr el desarrollo sostenible en nuestras ciudades”, organizados por la Pontificia Academia de las Ciencias cuyo canciller es el obispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo. En el encuentro intervinieron alcaldes de grandes ciudades, administradores locales y varios representantes de las Naciones Unidas. El Santo Padre improvisó un discurso en el que reiteró que el cuidado del ambiente significaba, ante todo, adoptar una actitud de ecología humana y que su encíclica Laudato si´ no es solamente una encíclica “verde”, sino social. 

 Ayer, martes 21 de junio, por la tarde, el papa Francisco saludó a los participantes en el encuentro “Esclavitud moderna y cambio climático: el compromiso de las ciudades”, y en el simposio “Prosperidad, gente y planeta: lograr el desarrollo sostenible en nuestras ciudades”, organizados en la Casina Pío IV del Vaticano por la Pontificia Academia de las Ciencias cuyo canciller es el obispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo. En el encuentro intervinieron alcaldes de grandes ciudades, administradores locales y varios representantes de las Naciones Unidas.
 El Santo Padre improvisó un discurso en el que reiteró que el cuidado del ambiente significaba, ante todo, adoptar una actitud de ecología humana y que su encíclica Laudato si' no es solamente una encíclica “verde”, sino social. También tocó el tema del crecimiento desmesurado de las ciudades a las que acuden las poblaciones rurales porque el campo no ofrece oportunidades de trabajo e invitó a los alcaldes a recurrir a los organismos internacionales para que tomen medidas en la explotación y la trata de personas causadas por los fenómenos migratorios.
 “Les agradezco de corazón el trabajo que han hecho -dijo el Papa a los participantes en el simposio-. Es verdad que todo giraba alrededor de esa cultura del cuidado del ambiente. Pero esa cultura no es una actitud solamente -lo digo en el buen sentido- “verde”. Es mucho más. Cuidar el ambiente es una actitud de ecología humana. No podemos decir: la persona está aquí y la Creación, el ambiente, está allí. La ecología es total, es humana. Eso es lo que quise expresar en la encíclica Laudato si': que no se puede separar al hombre del resto, hay una relación de incidencia mutua, tanto del ambiente sobre la persona, como de la persona en el modo como trata el ambiente; y también el efecto de rebote contra el hombre cuando el ambiente es maltratado. Por eso, frente a una pregunta que me hicieron yo dije: “no, no es una encíclica ‘verde’, es una encíclica social”. Porque dentro del entorno social, de la vida social de los hombres, no podemos separar el cuidado del ambiente. Más aún, el cuidado del ambiente es una actitud social, que nos socializa en un sentido o en otro, y por otro lado nos hace recibir lo que nos fue dado como don: el ambiente”.
 “Me pareció una idea muy buena invitar a los alcaldes de las grandes ciudades y no tan grandes, porque una de las cosas que más se nota cuando el ambiente, la Creación, no es cuidada es el crecimiento desmesurado de las ciudades. Es un fenómeno mundial. Las grandes ciudades se hacen grandes pero cada vez con cordones de pobreza y de miseria más grandes, donde la gente sufre los efectos de un maltrato del ambiente. En este sentido, está involucrado el fenómeno migratorio. ¿Por qué la gente viene a las grandes ciudades, a los cordones de las grandes ciudades, a las villas miseria, a las chabolas, a las favelas? Simplemente porque ya el mundo rural para ellos no les da oportunidades.
 “Y un punto que está en la encíclica, y con mucho respeto, pero se debe denunciar, es la idolatría de la tecnocracia. La tecnocracia lleva a la desocupación, crea desocupación. Los fenómenos de la falta de trabajo son muy grandes y la gente necesita migrar, buscar nuevos horizontes. El gran número de desocupados alerta. No tengo las estadísticas, pero en algunos países de Europa la desocupación juvenil, de los 25 años hacia abajo, pasa del 40 por ciento y en algunos llega al 50 por ciento. Y eso proyectado hacia el futuro nos hace ver un fantasma, o sea, una juventud desocupada que hoy no ve en el horizonte un futuro prometedor. ¿Qué le queda a esa juventud? O las adicciones, o el aburrimiento, o el no saber qué hacer de su vida -una vida sin sentido- o el suicidio juvenil -las estadísticas de suicidio juvenil no son publicadas en su totalidad-, o buscar en otros horizontes, aun en proyectos guerrilleros, un ideal de vida”.
 “Por otro lado, la salud está en juego. La cantidad de enfermedades “raras”, así se llaman las que vienen de muchos elementos de fertilización de los campos, o de un exceso de tecnificación. Entre los problemas más grandes que están en juego tenemos el oxígeno y el agua. La desertificación de grandes zonas por la deforestación. Acá al lado mío está el cardenal arzobispo encargado de la Amazonia brasileña, él puede decir qué significa una deforestación hoy día, en la Amazonia, que es el pulmón del mundo. El Congo y la Amazonia son los grandes pulmones del mundo.
 “¿Qué sucede cuando todos estos fenómenos de tecnificación excesiva, de no cuidado del ambiente, además de los fenómenos naturales, inciden sobre la migración? La escasez de trabajo y la trata de personas. Cada vez es más común el trabajo en negro, un trabajo sin contrato. El trabajo en negro es muy grande, lo cual significa que una persona no gana lo suficiente para vivir. Eso puede provocar actitudes delictivas y todo lo que sucede en una gran ciudad por esas migraciones provocadas por la tecnificación. Sobre todo me refiero al maltrato de las personas en el trabajo minero. La esclavitud minera todavía es muy grande y muy fuerte. Y lo que significa el uso de ciertos elementos de lavado de minerales -arsénico, cianuro- que provocan enfermedades en la población. En eso hay una responsabilidad muy grande. O sea que todo rebota, todo vuelve. Es el efecto rebote contra la misma persona. Puede ser la trata de personas por el trabajo esclavo, la prostitución, que son fuentes de trabajo para poder sobrevivir hoy día”.
 “Finalmente, yo diría que sobre esto hay que interesar a las Naciones Unidas. Tengo mucha esperanza en la Cumbre de París, de noviembre, que se logre algún acuerdo fundamental y básico. Tengo mucha esperanza, pero las Naciones Unidas tienen que interesarse muy fuertemente en este fenómeno, sobre todo en la trata de personas provocada por este fenómeno ambiental, la explotación de la gente. Recibí hace un par de meses a una delegación de mujeres de las Naciones Unidas encargadas del problema de la explotación sexual de los niños en los países de guerra. Es otro fenómeno. Y las guerras son también elemento de desequilibrio del ambiente”.
 “Quiero terminar con una reflexión que no es mía, es del teólogo y filósofo Romano Guardini -señaló Francisco-. Él habla de dos formas de incultura: la incultura que Dios nos entregó para que nosotros la transformáramos en cultura y nos dio el mandato de cuidar, hacer crecer y dominar la tierra; y la segunda incultura, cuando el hombre no respeta esa relación con la tierra, no la cuida. Cuando no la cuida, el hombre se apodera de esa cultura y la empieza a sacar de cauce y se le va de las manos y forma una segunda forma de incultura. La energía atómica es buena, puede ayudar, pero hasta aquí nomás, si no, pensemos en Hiroshima y Nagasaki, o sea ya se crea el desastre y la destrucción.
 Hoy esa segunda forma de incultura es la que destruye al hombre. Un rabino del medioevo, más o menos de la época de Santo Tomás de Aquino, explicaba en un “midrash” el problema de la torre de Babel a sus feligreses en la sinagoga, y decía que construir la torre de Babel llevó mucho tiempo y mucho trabajo, sobre todo hacer los ladrillos -preparar el barro, buscar la paja, amasarla, cortarla, hacerla secar, después ponerla en el horno, cocinarla, o sea que un ladrillo era una joya, valía muchísimo- y lo subían al ladrillo, para colocarlo en la torre. Cuando se caía un ladrillo era un problema muy grave, y el culpable o el que descuidó el trabajo y lo dejó caer, era castigado. Cuando se caía un obrero de los que estaban construyendo no pasaba nada. Este es el drama de la segunda forma de incultura: el hombre como creador de incultura y no de cultura. El hombre creador de incultura porque no cuida el ambiente”.
 “Y ¿por qué ésta convocatoria de la Academia Pontificia de las Ciencias a los alcaldes, intendentes de las ciudades? Porque ésta conciencia si bien sale del centro hacia la periferia, el trabajo más serio y más profundo se hace desde la periferia hacia el centro. Es decir, desde ustedes hacia la conciencia de la humanidad. La Santa Sede o tal país, o tal otro, podrán hacer un buen discurso en las Naciones Unidas pero si el trabajo no viene de las periferias hacia el centro, no tiene efecto. De ahí la responsabilidad de los intendentes, de los alcaldes de las ciudades. Por eso les agradezco muchísimo que se hayan reunido como periferias sumamente serias de este problema. Cada uno de ustedes tiene dentro de su ciudad cosas como las que yo he dicho y que ustedes tienen que gobernar, solucionar.
 “Les agradezco y pido al Señor que nos dé a todos la gracia de poder tomar conciencia de este problema de destrucción que nosotros mismos estamos llevando adelante al no cuidar la ecología humana, al no tener una conciencia ecológica como la que nos fue dada al principio para transformar la primera incultura en cultura, y frenar ahí, y no transformar esta cultura en incultura”.+

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