El don de Fortaleza debe acompañarse de humildad, recuerda Francisco
Miercoles 14 May 2014 | 09:30 am
"Al don de fortaleza se le una la humildad del corazón”.
Ciudad del Vaticano (AICA): El Santo Padre centró su catequesis de en el don de Fortaleza que infunde el Espíritu Santo. El obispo de Roma destacó las ocasiones en que el Espíritu se manifiesta de forma extraordinaria y cómo sostiene y fortalece en las fatigas y pruebas de la vida cotidiana. Reconoció que al don de Fortaleza se le une la humildad del corazón. Al concluir, pidió por las víctimas del incendio en una mina de Turquía y por inmigrantes fallecidos en la costa italiana.
Con la Plaza de San Pedro colmada por peregrinos de diversos países del mundo, el papa Francisco dio su tradicional catequesis de los miércoles, en este caso dedicada a reflexionar sobre el don de Fortaleza que infunde el Espíritu Santo.
El Santo Padre reconoció que, frecuentemente en la vida, “experimentamos la fragilidad, nuestros límites y clausuras”, pero el don de Fortaleza del Espíritu ayuda a superar esa debilidad para ser capaces de responder al amor del Señor.
Francisco destacó las ocasiones en que el Espíritu se manifiesta de forma extraordinaria, como en el martirio, y elogió el testimonio de “muchos cristianos que en distintas partes del mundo dan testimonio de su fe con convicción y fidelidad a costa de la vida”; no obstante, aclaró que el Paráclito también se manifiesta en las situaciones cotidianas de la vida.
“No debemos pensar que este don es para las circunstancias extraordinarias –explicó-. También en nuestra vida de cada día el Espíritu Santo nos hace sentir la cercanía del Señor, nos sostiene y fortalece en las fatigas y pruebas de la vida, para que no nos dejemos llevar de la tentación del desaliento, y busquemos la santidad en nuestra vida ordinaria”.
“Pero para que todo esto sea realidad –observó-, es necesario que al don de Fortaleza se le una la humildad del corazón”.
“Pidamos a la Virgen María que, por su intercesión, el Espíritu Santo nos conceda el don de Fortaleza, para que sepamos seguir siempre a Jesús con alegría y perseverancia”, deseó el obispo de Roma.
El Santo Padre pidió a los fieles presentes en la audiencia general rezar por los fallecidos causa de un incendio en una mina de la ciudad de Soma, en Turquía, y por los inmigrantes que murieron al naufragar en una embarcación cerca de las costas de Italia. “Recemos para que los Derechos Humanos se pongan en primer lugar y se unan las fuerzas para prevenir estas masacres vergonzosas”, pidió.
Texto de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas ¡buen día!
Las semanas pasadas hemos reflexionado sobre los tres primeros dones del Espíritu Santo: la sabiduría, el intelecto y el consejo. Hoy pensemos a lo que hace el Señor, Él viene a sostenernos en nuestra debilidad y esto lo hace con un don especial, el don de la fortaleza.
Hay una parábola contada por Jesús que nos ayuda a entender la importancia de este don. Un sembrador no logra plantar todas las semillas que arroja, pero estas fructifican. Lo que cae en el camino es comido por los pájaros, lo que cae en el terreno pedregoso y en medio a las zarzas germina pero rápidamente se seca por el sol o es sofocado por las espinas. Solamente lo que termina en el terreno bueno puede crecer y dar fruto.
Como el mismo Jesús le explica a sus discípulos, este sembrador representa al Padre, que esparce abundantemente la semilla de su palabra. La semilla, entretanto, muchas veces se encuentra con la aridez de nuestro corazón, y mismo cuando es recibido corre el riesgo de quedar estéril. Con el don de la fortaleza en cambio, el Espíritu Santo libera el terreno de nuestro corazón, lo libera del topor, de las incertezas y de todos los temores que pueden frenarlo, de manera que la palabra del Señor sea puesta en práctica de una manera auténtica y gozosa. Es una verdadera ayuda este don de la fortaleza, nos da fuerza y nos libera de tantos impedimentos.
Existen también, esto sucede, momentos difíciles y situaciones extremas durante las cuales el don de la Fortaleza se manifiesta de manera ejemplar y extraordinaria. Es el caso de aquellos que deben enfrentar experiencias particularmente duras y dolorosas que descompaginan sus vidas y las de sus seres queridos. La Iglesia resplandece con el testimonio de tantos hermanos y hermanas que no dudaron en dar su propia vida para ser fieles al Señor y a su evangelio. También hoy no faltan cristianos que en tantos lugares del mundo siguen celebrando y dando testimonio de su fe, con profunda convicción y serenidad, y resisten también a pesar de que saben les puede comportar un precio más alto.
También nosotros, todos nosotros conocemos gente que ha vivido situaciones difíciles, tantos dolores, pensemos a esos hombres y mujeres que llevan una vida difícil, luchan para llevar adelante la familia, para educar a sus hijos. Esto lo hacen porque está el espíritu de fortaleza que les ayuda. Cuántos y cuántos hombres y mujeres, no sabemos los nombres, pero que honoran a nuestro pueblo y a la Iglesia, porque son fuertes, fuertes en llevar adelante a su familia, su trabajo, su fe. Y estos hermanos y hermanas son santos en los cotidiano, santos escondidos en medio de nosotros, tienen el don de la fortaleza para llevar adelante su deber de personas, de padres, madres de hermanos, de hermanas, de ciudadanos.
Son tantos, agradezcamos al Señor por estos cristianos que tiene una santidad escondida, que tienen el Espíritu dentro que los lleva adelante. Y nos hará bien acordarnos de estas personas: ¿Si ellos pueden hacerlo, por qué yo no?, y pedirle al Señor que nos dé el don de la fortaleza.
No pensemos que el don de la fortaleza sea necesario solamente en algunas ocasiones o situaciones particulares. Este don tiene que constituir el cuadro de fondo de nuestro ser cristiano, en nuestra vida ordinaria cotidiana. Todos los días de nuestra vida cotidiana tenemos que ser fuertes, necesitamos esta fortaleza para llevar adelante nuestra vida, nuestra familia y nuestra fe.
Pablo, el apóstol, dijo una frase que nos hará bien escucharla: “Puedo todo en Áquel que me da la fuerza”. Cuando estamos en la vida ordinaria y vienen las dificultades acordémonos de esto: “Todo puedo en Áquel que me da la fuerza”.
El Señor nos da siempre las fuerzas, no nos faltan. El Señor no nos prueba más de lo que podemos soportar. Él está siempre con nosotros, “todo puedo en Áquel que me da la fuerza”.
Queridos amigos, a veces podemos sufrir la tentación de dejarnos tomar por la pereza, o peor, por el desaliento, especialmente delante de las fatigas y de las pruebas de la vida. En estos casos no nos desanimemos, sino que invoquemos al Espíritu Santo, para que con el don de la fortaleza pueda aliviar a nuestro corazón y comunicar una nueva fuerza y entusiasmo a nuestra vida y a nuestro seguir a Jesús.+
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