Piedad no es tener lástima del otro, sino amistad con Dios
Miercoles 4 Jun 2014 | 09:08 am
El Santo Padre eligió reflexionar este miércoles sobre la piedad.
Ciudad del Vaticano (AICA): El Santo Padre encontró a los miles de peregrinos concentrados en la Plaza de San Pedro para reflexionar sobre el don de la piedad. El pontífice afirmó que se trata de una gracia que refiere a la amistad con Dios, a la confianza filial que permite rezar y darle culto con amor y sencillez. Explicó que la palabra piedad o tiene el sentido superficial con que a veces se la utiliza para dar cuenta de la lástima o pena que se siente por alguien; sino que permite vivir como verdaderos hijos de Dios, con lo cual lleva también a amar al prójimo y a reconocer en él a un hermano.
Como todos los miércoles, el Santo Padre encontró a los miles de peregrinos concentrados en la Plaza de San Pedro para escuchar su catequesis semanal, en las que Francisco reflexiona y enseña sobre los dones del Espíritu Santo. En esta ocasión, el Pontífice puntualizó sobre el don de la piedad, y afirmó que se trata de una gracia que refiere a la amistad con Dios, a la confianza filial que permite rezar y darle culto con amor y sencillez.
La palabra piedad, explicó Francisco, no tiene el sentido superficial con que a veces se la utiliza para dar cuenta de la lástima o pena que se siente por alguien; sino que permite vivir como verdaderos hijos de Dios, con lo cual lleva también a amar al prójimo y a reconocer en él a un hermano.
El Papa dijo que la piedad incluye la capacidad de alegrarse con quien está alegre y de llorar con quien llora, de acercarse a quien se encuentra solo o angustiado, de corregir al que yerra, de consolar al afligido, de atender y socorrer a quien pasa necesidad. Todas obras de misericordia que la Iglesia recomienda practicar a los fieles.
“Entonces -exclamó el Papa- ¡sí que estamos movidos por sentimientos de piedad -no de pietismo-! '¿Por qué digo piedad y no pietismo? Pues porque algunos creen que tener piedad es cerrar los ojos, poner cara de imagen, cara de santo”. Eso no es el verdadero don de la piedad.
“Hay, además dijo el Papa, una estrecha relación entre la piedad y el sosiego. El don de la piedad que nos da el Espíritu Santo nos hace sosegados, tranquilos y pacientes, en paz con Dios y al servicio de los demás con sosiego”.
Francisco invitó, finalmente, a los peregrinos a pedir a Jesús este don de su Espíritu para vencer los miedos y dudas a fin de convertirse en valerosos testigos del evangelio.+
Texto completo de la catequesis
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Hoy queremos examinar un don del Espíritu Santo que a menudo viene mal entendido o considerado de una manera superficial, y que en cambio toca el corazón de nuestra identidad y de nuestra vida cristiana: es el don de la piedad.
Hay que dejar claro que este don no se identifica con tener compasión por alguien, tener piedad del prójimo, sino que indica nuestra pertenencia a Dios y nuestro profundo vínculo con Él, un vínculo que da sentido a toda nuestra vida y nos mantiene unidos, en comunión con Él, incluso en los momentos más difíciles y atormentados.
Este vínculo con el Señor no debe interpretarse como un deber o una imposición: es un vínculo que viene desde dentro. Se trata, en cambio, de una relación vivida con el corazón: es nuestra amistad con Dios, que nos ha dado Jesús, una amistad que cambia nuestras vidas y nos llena de entusiasmo y alegría. Por esta razón, el don de la piedad suscita en nosotros, sobre todo, gratitud y alabanza. Es éste, en realidad, el motivo y el sentido más auténtico de nuestro culto y de nuestra adoración. Cuando el Espíritu Santo nos hace sentir la presencia del Señor y de todo su amor por nosotros, nos reconforta el corazón y nos mueve de forma natural a la oración y la celebración. Piedad, por tanto, es sinónimo de auténtico espíritu religioso, de confianza filial con Dios, de aquella capacidad de rezarle con amor y sencillez que caracteriza a los humildes de corazón.
Si el don de la piedad nos hace crecer en la relación y en la comunión con Dios y nos lleva a vivir como sus hijos, al mismo tiempo nos ayuda a derramar este amor también sobre los otros y a reconocerlos como hermanos. Y entonces sí que seremos movidos por sentimientos de piedad – ¡no de pietismo! - hacia quien nos está cerca y por aquellos que encontramos cada día.¿Por qué digo no de pietismo? porque algunos piensan que tener piedad es cerrar los ojos, hacer cara de estampita, ¿así no? y también fingir el ser como un santo, ¿no? No, este no es el don de la piedad. En piamontés nosotros decimos: hacer la “mugna quacia”, éste no es el don de piedad ¡eh! De verdad seremos capaces de gozar con quien está alegre, de llorar con quien llora, de estar cerca de quien está solo o angustiado, de corregir a quien está en error, de consolar a quien está afligido, de acoger y socorrer a quien está necesitado. Hay una relación, muy, muy estrecho entre el don de piedad y la mansedumbre. El don de piedad que nos da el Espíritu Santo nos hace apacibles. Nos hace tranquilos, pacientes, en paz con Dios, al servicio de los otros con apacibilidad.
Queridos amigos, en la Carta a los Romanos, el apóstol Pablo afirma: “Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios: “¡Abba, Padre!” (Rm 8, 14-15). Pidamos al Señor que el don de su Espíritu pueda vencer nuestro temor, nuestras incertidumbres, incluso nuestro espíritu inquieto, impaciente y pueda hacernos testimonios gozosos de Dios y de su amor. Adorando al Señor en la verdad y también en el servicio a los próximos, con mansedumbre y también con la sonrisa, que siempre el Espíritu nos da en la alegría. Que el Espíritu Santo nos dé a todos nosotros este don de la piedad. Gracias.+
Miercoles 4 Jun 2014 | 09:08 am
El Santo Padre eligió reflexionar este miércoles sobre la piedad.
Ciudad del Vaticano (AICA): El Santo Padre encontró a los miles de peregrinos concentrados en la Plaza de San Pedro para reflexionar sobre el don de la piedad. El pontífice afirmó que se trata de una gracia que refiere a la amistad con Dios, a la confianza filial que permite rezar y darle culto con amor y sencillez. Explicó que la palabra piedad o tiene el sentido superficial con que a veces se la utiliza para dar cuenta de la lástima o pena que se siente por alguien; sino que permite vivir como verdaderos hijos de Dios, con lo cual lleva también a amar al prójimo y a reconocer en él a un hermano.
Como todos los miércoles, el Santo Padre encontró a los miles de peregrinos concentrados en la Plaza de San Pedro para escuchar su catequesis semanal, en las que Francisco reflexiona y enseña sobre los dones del Espíritu Santo. En esta ocasión, el Pontífice puntualizó sobre el don de la piedad, y afirmó que se trata de una gracia que refiere a la amistad con Dios, a la confianza filial que permite rezar y darle culto con amor y sencillez.
La palabra piedad, explicó Francisco, no tiene el sentido superficial con que a veces se la utiliza para dar cuenta de la lástima o pena que se siente por alguien; sino que permite vivir como verdaderos hijos de Dios, con lo cual lleva también a amar al prójimo y a reconocer en él a un hermano.
El Papa dijo que la piedad incluye la capacidad de alegrarse con quien está alegre y de llorar con quien llora, de acercarse a quien se encuentra solo o angustiado, de corregir al que yerra, de consolar al afligido, de atender y socorrer a quien pasa necesidad. Todas obras de misericordia que la Iglesia recomienda practicar a los fieles.
“Entonces -exclamó el Papa- ¡sí que estamos movidos por sentimientos de piedad -no de pietismo-! '¿Por qué digo piedad y no pietismo? Pues porque algunos creen que tener piedad es cerrar los ojos, poner cara de imagen, cara de santo”. Eso no es el verdadero don de la piedad.
“Hay, además dijo el Papa, una estrecha relación entre la piedad y el sosiego. El don de la piedad que nos da el Espíritu Santo nos hace sosegados, tranquilos y pacientes, en paz con Dios y al servicio de los demás con sosiego”.
Francisco invitó, finalmente, a los peregrinos a pedir a Jesús este don de su Espíritu para vencer los miedos y dudas a fin de convertirse en valerosos testigos del evangelio.+
Texto completo de la catequesis
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Hoy queremos examinar un don del Espíritu Santo que a menudo viene mal entendido o considerado de una manera superficial, y que en cambio toca el corazón de nuestra identidad y de nuestra vida cristiana: es el don de la piedad.
Hay que dejar claro que este don no se identifica con tener compasión por alguien, tener piedad del prójimo, sino que indica nuestra pertenencia a Dios y nuestro profundo vínculo con Él, un vínculo que da sentido a toda nuestra vida y nos mantiene unidos, en comunión con Él, incluso en los momentos más difíciles y atormentados.
Este vínculo con el Señor no debe interpretarse como un deber o una imposición: es un vínculo que viene desde dentro. Se trata, en cambio, de una relación vivida con el corazón: es nuestra amistad con Dios, que nos ha dado Jesús, una amistad que cambia nuestras vidas y nos llena de entusiasmo y alegría. Por esta razón, el don de la piedad suscita en nosotros, sobre todo, gratitud y alabanza. Es éste, en realidad, el motivo y el sentido más auténtico de nuestro culto y de nuestra adoración. Cuando el Espíritu Santo nos hace sentir la presencia del Señor y de todo su amor por nosotros, nos reconforta el corazón y nos mueve de forma natural a la oración y la celebración. Piedad, por tanto, es sinónimo de auténtico espíritu religioso, de confianza filial con Dios, de aquella capacidad de rezarle con amor y sencillez que caracteriza a los humildes de corazón.
Si el don de la piedad nos hace crecer en la relación y en la comunión con Dios y nos lleva a vivir como sus hijos, al mismo tiempo nos ayuda a derramar este amor también sobre los otros y a reconocerlos como hermanos. Y entonces sí que seremos movidos por sentimientos de piedad – ¡no de pietismo! - hacia quien nos está cerca y por aquellos que encontramos cada día.¿Por qué digo no de pietismo? porque algunos piensan que tener piedad es cerrar los ojos, hacer cara de estampita, ¿así no? y también fingir el ser como un santo, ¿no? No, este no es el don de la piedad. En piamontés nosotros decimos: hacer la “mugna quacia”, éste no es el don de piedad ¡eh! De verdad seremos capaces de gozar con quien está alegre, de llorar con quien llora, de estar cerca de quien está solo o angustiado, de corregir a quien está en error, de consolar a quien está afligido, de acoger y socorrer a quien está necesitado. Hay una relación, muy, muy estrecho entre el don de piedad y la mansedumbre. El don de piedad que nos da el Espíritu Santo nos hace apacibles. Nos hace tranquilos, pacientes, en paz con Dios, al servicio de los otros con apacibilidad.
Queridos amigos, en la Carta a los Romanos, el apóstol Pablo afirma: “Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios: “¡Abba, Padre!” (Rm 8, 14-15). Pidamos al Señor que el don de su Espíritu pueda vencer nuestro temor, nuestras incertidumbres, incluso nuestro espíritu inquieto, impaciente y pueda hacernos testimonios gozosos de Dios y de su amor. Adorando al Señor en la verdad y también en el servicio a los próximos, con mansedumbre y también con la sonrisa, que siempre el Espíritu nos da en la alegría. Que el Espíritu Santo nos dé a todos nosotros este don de la piedad. Gracias.+
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